El objetivo principal de esta materia es que el alumnado aprenda a elaborar productos audiovisuales a través del conocimiento y experimentación de las técnicas, procedimientos y conceptos propios del área de la imagen y el sonido, partiendo de un análisis crítico de las distintas manifestaciones audiovisuales a lo largo de la historia y del tratamiento de la información en los distintos medios de comunicación.
Nuestro
ojo y una cámara de fotos, aunque son sistemas muy diferentes, también
tiene algunas semejanzas. ¿Cuáles son esas diferencias y parecidos?
Desde que en el siglo XV Leonardo da Vinci estableciese las bases de lo que era una cámara oscura,
se ha seguido el mismo proceso físico para elaborar instrumentos
ópticos consistentes en obtener una imagen procedente del exterior. El
invento consistía en una habitación totalmente oscura con un pequeño
orificio en una de sus paredes, esto provocaba que la imagen exterior se
plasmase en su interior de forma invertida. Ese es el mismo concepto
que servirá para explicar otros procesos, desde cómo funciona una
cámara, hasta cómo lo hace nuestro propio ojo.
De entrada, debemos decir que en muchas ocasiones las comparaciones
siempre son un tanto desacertadas. Se intentan equiparar dos productos
tomando como referente unos números sin quizá tener en cuenta otros
factores. Lo mismo pasa con nuestro ojo y una cámara de fotos, intentar asemejarlos es una auténtica locura. Aunque es cierto que podemos señalar algunos puntos en común, las diferencias son abismales.
El ojo humano es mucho más perfecto, y los procesos que sigue para
generar una imagen son diferentes a los que se podrían señalar en una
cámara de fotos. Sin embargo, la raíz de todo se encuentra en el invento
que anteriormente hemos señalado, el de la cámara oscura.
Puntos en común
Empecemos hablando de cómo el ojo genera la imagen en nuestro
cerebro. De un modo básico, podríamos decir que los rayos de luces
atraviesan nuestra pupila, posteriormente cruzan por el cristalino, llegan la retina, y por último se envían las señales eléctricas a nuestro cerebro.
Por otro lado, en una cámara la luz debe traspasar por el diafragma, más tarde deberá superar todos aquellos cristales de los que se componga la lente, hasta llegar el CCD donde se forma la imagen, el cuál enviará la información al procesador.
Si lo comparamos, sobre el papel es un proceso bastante similar. Es
decir, muchas de las partes de una cámara actúan de forma muy parecida a
cómo podrían hacerlo las correspondientes a la anatomía de nuestro ojo.
Sin embargo, esta explicación consiste en reducir el funcionamiento del órgano visual humano a su máxima expresión.
Las capas del glóbulo ocular son mucho más complejas de lo que pueden
parecer. Pero sí, si tenemos esta versión simplista, el ojo y una cámara
pueden llegar a trabajar de una forma bastante parecida.
Diferencias
Lo cierto es que se trata de un punto demasiado amplio como para
abarcarlo, son muchas las diferencias entre el ojo humano y una cámara.
Para empezar, como mi compañera Gabriela señaló en Think Big, calcular la resolución del ojo
es una tarea algo complicada. Nuestra imagen no es fija, sino que varía
creando distintos campos de visión con diferentes grados de
inclinación. En este sentido, el glóbulo ocular se podría asemejar mucho más a una cámara de video, la cual se encuentra constantemente grabando aquello que posteriormente envía al CCD.
Sin embargo, si tuviésemos que establecer una cifra, se calcula que nuestro ojo tendría una resolución aproximada de unos 576 megapíxeles. Todo ello teniendo en cuenta los múltiples movimientos y ángulos a los que éstos pueden dirigirse.
Asimismo, algo parecido ocurre con el rango dinámico.
Mientras que con la cámara solo podemos utilizar un tipo de exposición
para una determinada zona, el órgano visual interpreta los diferentes
espacios de una escena para evaluar una luminosidad adecuada (y no, no
es comparable a una medición matricial). Las células conocidas como bastones son las encargadas de adaptarse según la luz de aquello que estemos viendo, 100 millones de ellos son los encargados de que nuestro rango dinámico sea infinitamente superior que el de una cámara. La falsa creencia de que la longitud focal del ojo es similar al de un objetivo 50mm
Por otro lado, también encontramos la falsa creencia de que la longitud focal del ojo es similar al de un objetivo 50mm. Como apuntan en Lens Rentals,
la longitud del ojo no es lo que determina nuestra área de visión,
también se deben tener en cuenta los 180 grados que somos capaces de
abarcar. Esto sería similar a un objetivo de 43mm en un sensor full frame, el problema es que no era una cifra redonda y comercial,
por lo que los fabricantes adaptaron el 35mm para sensores APS-C y el
50mm para full frame como sinónimos de lentes parecidas a la visión
humana.
Podríamos continuar señalando diferencias, como el contraste entre el
procesado que realiza el cerebro y el de la cámara, o el efecto de que
el ojo sea curvado mientras que el CCD sea plano, pero entonces nunca
terminaríamos. En ocasiones sentimos impotencia al ver cómo inútilmente
intentamos captar una bella imagen nocturna con nuestra cámara, algo que
no termina sucediendo debido a las más que evidentes diferencias entre
el dispositivo que utilizamos para hacer fotos y el órgano que empleamos
para ver.
Elementos de iluminación
Almacenaje de documentación fotográfica y videográfica.
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